14 noviembre 2010

Pi, el orden del caos.



Este escrito va a girar entorno a uno de mis directores de cine favoritos. No tiene a su saber una gran experiencia y un tumulto de películas, tampoco las he visto todas, sin embargo las que he visto ya hacen parte inobjetable de mi videoteca. Comencé a obsesionarme con Darren Aronofsky y su compositor musical Clint Mansell al ver la película “Requiem por un sueño”, luego vino “Pi”, a la que siguieron, “La fuente de la vida” y “El luchador”.

Cada una de las cintas con una música y una narración complejamente maravillosa.

Una de sus mejores películas; su opera prima: “Pi, el orden del caos”.

El cine en blanco y negro a veces se convierte en una estética con la que se busca hacer que algo pase por sublime o añejo, en el caso de Darren, la elección se basó en trasmitir lo atroz; la técnica misma se prodiga al espectador como una atmosfera más de lo caótico.

Hablar del argumento es sencillo, pero en lo que vale recalcar es en la maquinaria que utilizó Darren para llevarlo a cabo.

Pi, nos sumnistra un sistema cerrado de un trastorno bien definido; la paranoia persecutoria, el trastorno, lo sabemos, tiene dos vertientes, el de grandeza y el de persecución, en el caso de la cinta, la sensación de persecución es la célula madre.

Hablamos de un genio que hace su mayor descubrimiento o que al borde de su locura cree dar con una fuente inamovible. Lo misterioso de este asunto está en que el personaje en cuestión es a saber ya un ser atormentado antes de que la tragedia genial llegue.

Puedo llegar a afirmar que la película se sustenta desde un principio no en la intriga del descubrimiento sino en la búsqueda por parte del personaje de una serenidad y una vida tranquila.

Ese es el eje, las manías y obsesiones del genio no son parte de una parafernalia de hábitos sino que hacen parte de un método por conseguir algo; la simplicidad, el mundo no se lo brinda, lo que lo rodea no se lo da, su aislamiento y esa casual cadena de eventos que le siguen son sólo obstáculos que no puede ignorar y que lo van cercando hasta obligarlo a una decisión rotunda.

Quien observe esta película se adentrara no sólo en un universo trastornado sino que sentirá como la misma película logra generar la impresión paranoica y de escape que se narra.

Algunas impresiones son reproducidas para demostrar que se nos puede hacer sentir miedo o placer, en el caso de “Pi”, no hay lugar a dudas, uno sale, mirando para todos lados, sintiendo que alguien nos persigue.

Uno no sale de sala de cine, uno escapa.

Todo en esta película es sinceramente aterrador.

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