14 noviembre 2010

La ley de Herodes



¡Te tocó la ley de Herodes, o te chingas o te jodes!

No conozco mucho del cine mexicano actual; pocas a saber son las películas que recuerdo: “Santitos”, “Amores perros”, “Y tu mamá también”, “Sexo por compasión” y “De la calle” son algunas de mis preferidas. Pero es sin lugar a dudas la película de Luis Estrada la que más incertidumbres y enseñanzas me ha dejado.

Para poder comentar esta película me es conveniente trazar un paralelismo con un meta-lenguaje creado en América. El realismo mágico, fue un género literario que se basó en exponer la geografía de nuestras tierras tropicales y más que eso en denunciar el oprobio sufrido a manera de fábula o chisme de loco describiendo las corrupciones, desmanes, infamias y tiranías que se dieron en todos los países de América por parte de nuestros mismos caudillos.

La historia del realismo mágico nace con la independencia de cada nación americana, es una bitácora de la brutalidad con que los criollos gobernaron y maltrataron la soberanía de cada patria. Si nos vamos a las fuentes, no hay ningún libro de realismo mágico que escape a estas características.

Si bien, el concepto nace con Carpentier y su “realismo maravilloso” y esos libros inigualables “El reino de este mundo” y “El siglo de las luces”. De que tratan: pues de la historia de las revoluciones de poder y los desfalcos soberanos por las ilusorias ideas de criollos que piensan adaptar a las Antillas las plataformas políticas del viejo continente para libertar e ilustrar.

Este argumento se ve mejor desarrollado ya no por medio de la revolución sino por medio de la asignación de un caudillo que hereda esa revolución; esas tristes y bobas independencias que se describen en las novelas; “Yo supremo” de Roa Bastos, o en “El otoño del patriarca” de Márquez y que dilucidan un personaje eterno, modelo de todos los tiranos posibles de América.

La perpetuación de la autarquía, la historia de la enfermedad que más ha costado vidas en nuestro continente, de eso es de lo que tratan libros como “Las lanzas coloradas” de Uslar-Petri o “El señor presidente” de Asturias y “La fiesta del chivo” de Vargas Llosa.

Y de eso mismo es que habla la película de Estrada. “La ley de Herodes” es un resumen cruel y cómico de toda esta literatura y de toda esta realidad, es un compendio enciclopédico de la historia americana. Es el mejor recurso de un maestro de sociales o de historia, es el documental mejor escrito sobre la corrupción y la perennidad de las tiranías.

Una obra maestra por la que fue vetado Estrada y por la que muchos también lo consideran director de culto, un filme que establece el dominio de la historia, también, del cine mexicano, dejando entrever en toda su narrativa todos los aspectos inherentes al recurso cineasta mexicano.

Si bien la película se contextualiza en una época determinada de la cronología política de México, esta puede ponerse en cualquier latitud de América desde los desiertos fríos donde habitan los indios bolivianos hasta las llanuras inclementes del Caribe.

Un pueblo, el paradigma colonial, la aldea ancestral escalón inferior de la rama del poder amarra la base de todo el peliculón. Un campesino adorador de un color y un partido, ignorante pero malicioso, se figura en esta película como el patrón que contiene en el alma todos los atributos de toda la pirámide de la estirpe de los tiranos, desde el más soberano hasta el más subordinado.

Una comedia negra que satiriza y denuncia la estupidez y la ignorancia americana. Una real maravillosa o real mágica fabula que nos habla de un pasado y un presente que no hemos podido olvidar.

Una película donde más que reír se odia.

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