18 octubre 2010

Los amantes del círculo polar


Algunas películas tienen un halo húmedo y de recuerdo, no sé de donde vendrá esa impronta de que todo recuerdo visual se presenta bajo el esquema de algo opaco, nublado, con visos de una transparencia alucinatoria que parece más estar erigida sobre una nube que sobre el rígido sostenimiento de los sentimientos.


Yo sólo he podido experimentar dicha sensación algunas veces: Iba en la moto, ascendiendo hacia el páramo de las letras entre los departamentos de Caldas y Tolima en Colombia; del lado izquierdo el barranco, del lado derecho el abismo. De pronto una niebla débil comenzó a taparme, todo se convirtió en recuerdo, estaba de pronto conduciendo en una película, trasegar ese trayecto fue alucinatorio, al salir de ese pasadizo todo volvió a ser nítido, los árboles antes fantasmas a mi lado eran tan reales ahora, el abismo que antes se proponía irreal ahora espantaba con su silbato en el fondo. Otra fue en el alto de los llanos en el departamento de Antioquia en Colombia, sobre la cumbre que es como una meseta, la niebla se echa a pastar propiciando una atmosfera fantasmagórica, pero al adentrarse uno en ese ambiente todo se vuelve recuerdo.


Quizá este recurso y esta sensación sea producto de las técnicas maravillosas del cine.

Recordar es buscar a manotazos en la niebla. Así es la película de Médem: “Los amantes del círculo polar” son un recuerdo, un olvido, un marasmo de añicos rescatados de la niebla interior que tanto llevamos cada uno en nuestros corazones.

A decir verdad, son muy pocas las películas de amor que han logrado impactarme, quizá porque el tema del amor es realmente difícil de trabajar. Sin embargo Médem lo recrea con una alucinante historia.

Todo en la película esta dado para que uno reflexione sobre lo que debe ser el amor, sobre como debe abarcarse el amor y el amar.

La importancia de esta película radica en el poder hipnótico que tiene, nos obliga a interrogarnos y a imaginarnos formas de amar y a ver en nuestros amores aquellos detalles, no pequeños, sino aquellos detalles abstractos, escondidos en las cosas más obvias que son la base de una historia romántica.

Claro está que esta película no sólo se queda allí sino que nos plantea un hecho antropológico hermoso. Nos presenta al hombre en su condición más inocente y desde su intención más encarnada: la búsqueda de la integridad, del reconocimiento consciente de saber bien lo que se es a través de una situación específica, la entrega a un sueño, a un sentimiento.

El filme, es más bien, cabría decirlo así, una colección de objetos amorosos o que sirven para definir situaciones amorosas, los amantes en sí son apenas un pretexto que el director se hace para plasmar el orden de los patrones románticos.

Las tonalidades no sólo repercuten como impresiones plásticas sino que convierten al color, ejemplo el azul, en características de sentimientos o emociones como el deseo.

La inserción de elementos lingüísticos aporísticos tales como los palíndromos, hasta el apellido del director es una palabra abierta a esa definición, y que decir de los nombres de los personajes, pero más allá de estas señales ya reportadas en la película, el palíndromo se edifica aquí como un recurso que establece dos lecturas: la película siempre gira en torno a dos lecturas tal y como lo es un palíndromo y las dos lecturas son la misma cosa: El amor.

Una cosa extrañamente interesante son los detalles vacíos o secretos que quedan ahí sólo resueltos para que el observador se obsesione con ellos.

La frase escrita en un avión de papel es como toda la película es una invitación a buscar en nuestro pasado aquellas mismas frases que uno solía escribir y que por razones de tiempo y tendencia rutinaria de los días dimos en olvidar como gestos urgentes de lo que era amar para nosotros.


Frases inolvidables como: “algo desconocido se metió en lo conocido” de Ana, o la del compromiso inocente de amor eterno que hace Otto a su madre: “cuando se acabe la gasolina, me bajo a empujar”, son estrictamente distracciones que nos sacan del filme para ir hacia nuestro propio huracán de amor.
Inolvidable. Vale la pena tenerla.

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