20 septiembre 2012

Prevención de la crueldad




…en las buenas granjas hay que controlar las pestes.
Seamus Heaney.


A un amigo de la infancia lo mató su propio caballo,
Al caerse, la rienda  se le enredó en el cuello
Y murió arrastrado.

Casi siempre, los ratones, en el club de leones,
Nacían empolvados en Bienestarina
Y los vómitos de los chimbilás dejaban un mal olor por semanas.
Había que irse a trepar al Poma-rosa
O esconderse en la gruta de los otros murciélagos
Y temerle al vuelo de las machacas que parecían fantasmas.

Pero había meses de octubre tan llenos de gusanos o de polillas
Que hasta los cucarrones parecían un estorbo en los caminos.

Y cucarachas enamoradas de los postes,
Y la algarabía de matar runchos para poder torcerle el cuello a las gallinas.

Era como escribir poesía cada vez que se tumbaba un nido de avispas,
Toda la felicidad consistía en quemar las hormigas y besar a escondidas a las niñas.

Además llevábamos siempre nuestro trompo y la cauchera
Por si las moscas.

Pero hubo un día,
Un día donde una camada de gatos nació en el cementerio.

Todos los polluelos murieron
Y los cadáveres de los guerrilleros, que estaban en la morgue,
Se quedaron sin nariz y sin orejas.

Lola crío a los gatitos,
Crecieron, cazaron, después desaparecieron,
Como los locos, como la lluvia, como los colibríes,
(Yo sé que los tiraron al río, que los ahogaron),
No como las lechuzas, no como el miedo
Pero sé que pasó,
Como el canto de las ranas,
Como las pulgas con los primeros senos acariciados en el cine
Y luego la mentira: “estábamos haciendo tareas”.

Hoy por hoy dicen,
Los que cuentan,
Que los guerrilleros estaban malditos.
Nadie se acuerda de los gatos.

A un amigo de la infancia,
Se le enredó la rienda en el cuello,
Pero la verdad es que lo mató una maldición,
Eso dicen.

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