23 diciembre 2011

PACTO CON SATÁN


A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba.
Dante Alighieri.

Esto me sucedió y ahora estoy irremediablemente perdido.  

La única forma de dar crédito a esta historia es recordando otra.

Una vez iba yo para Piedecuesta, un pueblito anclado entre las lomas de mi país. Iba algo desencantado ya con el árido paisaje cuando en el camino me encontré con un hombre que había hecho un supuesto pacto con el diablo.

Sí, cuesta creerlo, la verdad yo también dudé de casi todo, pero luego la realidad y los poderes incuestionables de aquel hombre me hicieron tener la impresión de que todo era sencillamente inevitable, que él, era uno de aquellos muchos, que había vendido su alma al diablo  y comenzaba a sufrir.

Después de un tiempo yo también vendí mi alma… pequé, increíblemente fui condenado  y ahora nada puedo hacer.

Fue pura casualidad que lo encontrara. Aunque todos sabemos que las casualidades no existen, ya que cada uno de nosotros viene con su aparato a cuestas, con su destino y con lo que tiene que padecer en él, procuramos de todas formas olvidar, procuramos crearnos un destino y seguir como si nada fuera cierto. Pero llamemos a este encuentro, por favor, una casualidad.

Fue en la carretera, a plena luz de día, iba en mi moto, venía ya descolgando por la sierra, contemplando todo el extenso valle del río Grande, cuando en una curva apareció él.

Llevaba una especie de mochila amarrada con siniestros nudos, a mi me pareció un guaquero que iba quizás hacia su rancho llevando celosamente su bolsa de oro. Estaba armando un pucho a la orilla de la carretera, en un recodo que era como una especie de meandro lleno de un paisaje extraño;  lianas que colgaban de árboles tristes parecían llover estrepitosamente hacia las rocas repletas de silencio.

Al verlo me detuve para saludarlo y también para fumarme un cigarro.  El hombre  me aceptó y comenzamos a entablar una conversación.

Viajaba en una moto azul y el porte de aquel hombre recordaba la silueta de esos gentlams británicos demasiado flemáticos,  tenía un carácter grave y la corpulencia de un paisano. Era de aquellos tipos colonizadores que determinan rostros belcebulescos. Su cara estaba adornada por un bigote  que terminaba en puntas dalinianas y en su quijada, algo alargada, sobresalía una diminuta y fina chivera de color azabache. Era a decir verdad, un hombrecillo burlesco y malvado con bigotico fino, nariz respingada y ojos hipnóticos.

Pronto comenzó a hablarme del diablo y tras unas preguntas seductoras inició el relato sobre el origen de Satanás.

― ¿Quieres saber cómo se hace un pacto con el diablo?― No sé porque diablos le dije que sí 
―. Entonces, pon mucha atención, tendrás que saber primero la historia de su existencia, porque para poder hacer un pacto con alguien, primero debes creer en él.

En eso tenía razón, así que asentí y el inició la historia.

«Mira, lo primero que debes saber es que Satanás era un hombre así como nosotros, nada especial, sin poderes ni cosas parecidas. Era alguien común, alguien que simplemente corrió con suerte y que  adquirió los poderes de un Dios, por eso él puede hacer muchas cosas: crear o destruir.

Satanás logró estos poderes porque era muy astuto y además porque siempre se mantenía cerca de Dios. Por eso pudo aprenderse los poderes y volverse también un dios. Por eso mismo para ser un buen satanista hay que creer mucho en el uno como en el otro. Si no  crees en Dios no podrás creer en el Diablo, el uno no puede existir sin el otro,

La cosa es así. En el mundo siempre han existido dos fuerzas. Es como esos destinos  de los que hablabas, el que es impuesto por la gente o el que uno termina labrándose. ¿No es así? Pues bueno, eso mismo sucede con Dios y el Diablo.

Cuando el mismo Dios se dio cuenta de los poderes que estaba adquiriendo Satanás, temiendo por nosotros tomo la decisión de mandarlo para abismo.

Pero Satanás como ya había aprendido tanto de Dios puesto que se la había pasado siempre al lado de él mirando como Dios hacia todo, pues le fue fácil armar su propio reino.

Desde entonces esas dos fuerzas se mantienen ahí.

Hoy en día esas dos fuerzas están emergiendo con más afán, porque al parecer cada una quiere algo con nosotros, la cuestión es que va a llegar un día donde les toque enfrentarse y pues ese será el fin de todo, ya sabes… cuando esas dos fuerzas se enfrenten, una de las dos quedará, una tendrá que quedar.

Esa es la lucha, ese es el apocalipsis, el final»

Luego de esta tremenda y rara anécdota, me contó como se hacía un pacto con el diablo y me sugirió algunas cositas a tener en cuenta después de realizado el pacto.

Estuvimos en silencio unos minutos más, el me sonrío y cada uno montó en su moto y nunca más nos volvimos a ver.

Hace algunos días viajando de nuevo por las carreteras fabulosas de mi país, terminé perdido a la media noche en la cima de una montaña,  a lado y lado todo estaba despoblado y sólo se escuchaba el croar de las ranas y el roce de las patas de los grillos con su canto aturdidor.

El cielo estaba despejado y se miraban miles de estrellas, estaba conmovido y me sentía minúsculo. Sin darme cuenta, de un momento a otro estaba orando, estaba murmurando una plegaria, era una plegaria desconocida que mis labios parecían saberse de memoria.

No había nada raro en ella, salvo una especie de compasión y arrepentimiento sin igual.

Cuando terminé me hallaba con las manos extendidas hacia el cielo como si me estuviera entregando al infinito. Grite fuerte un  «hágase tu voluntad» e inmediatamente una estrella fugaz apareció hacia el norte.

Me estremecí, recordé al viajero que me había enseñado el pacto con el diablo y me desplomé aterrado, en mi mente tenía la imagen de aquel hombre sonriendo.

Supe lo que había hecho y lloré golpeando la tierra.

Subí deshecho a mi moto y comencé el camino, tras un breve recorrido comencé a tranquilizarme y a generarme hipótesis optimistas.  Todo lo que había pasado no era más que un teatro, una mentira, nada podía ser posible, sólo era el cansancio, cierta gana de satisfacer angustias y una enconada curiosidad que me habían llevado a hacer una locura.

Sí, era eso, nada más que eso.  Mientras pensaba aquello, me di cuenta que ya había pasado un tiempo prudente, estaba feliz, lo que me había contado el extraño personaje era realmente una mentira, nada había sucedido después de realizado el pacto y si nada había sucedido era porque en realidad un pacto con el diablo no podía realizarse, lo que había hecho era apenas un disparate

Al fin podía olvidar aquello y seguir mi camino tranquilamente.

Me reía a más no poder por haber sido tan estúpido y haber pensado que un pacto así podía ser cierto y realizarse.

De pronto, un enorme gato negro se me atravesó en el camino.

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