13 octubre 2010

Monólogo de la autopsia





Qué va a hacer. Hablará de nosotros, qué más, eso es típico, un crío que le toca depender de otras escrituras, callemos.
Pero si nos necesita!, acaso se habrá dado cuenta de todo, es muy pilo, ya lo sabemos, pero que importa, este nunca nos va a salir con nada, ya lo estamos acorralando, al fin está obligándose a escribir y esta vez es de él, se ha metido en su cabeza, pobre.
De incognito. Que va. El sabe que existimos, que podemos entrar en su mente, si ve, es pilo, se ha dado cuenta de nuevo. Bueno, pero ahora nos ha puesto a nosotros aquí, pero y él, su voz.
Y volvía, una risa entonces desde lo más profundo de alguna parte metida en mi cabeza, se reía de mí.
Huy, mira, lo ha hecho. Escuchaba, eran mil voces.
No sabe, no puede organizarnos.
Puede que de verdad este loco. Que las voces no existan, pero y si lo son. Ahora que me he puesto a escribir y que he logado ya captar mi voz, las voces han desaparecido, pero se que pueden llegar, en cualquier momento, en cualquier lugar. Allí está mi madre con su lastima y su reproche, está mi hermana señalando lo que no puedo pero que a la vez analizo, ella tiene necesidad de afecto, está sola, ¿necesita hombres acaso?, no, sólo busca que le comprendan, es otro ser como yo, perdida en lo que ella misma hizo de ella y que ya no loga cambiar. Es fastidiosa no la aguanto, solo la comprendo, veo como acosa a otros con su…, estoy solo, es reconfortante. Cuando las voces desaparecen, desaparece también mi paranoia, es bueno poder estar solo conmigo, pensar, poder pensar, pero pensar sin miedo, sin sentir que me leen la mente, que me evalúan. Tiene huevo, escuché, mientras escribía esto, pero estoy sólo. Así sucede.
Puedo estar de lo mejor, conversando con alguien, con alguien de verdad y entonces comienza el asalto, la invasión. Es una cuestión que no se basa en abrir una puerta sino en perpetrar un disparo, son disparos a mi cabeza, entonces enmudezco, ya no puedo reír, ya no puedo estar en el centro comercial o sentir que esa mujer que se encuentra frente a mi es mi novia y a la vez está susurrándome, cada vez que doy la espalda, cosas desagradables.
Siempre lo que me dicen las voces es desagradable, no hay consuelo, o pocas veces.
Eso le pasa por ser así, escucho de nuevo, ven, ahora pretendo sentir o imaginar que estoy acompañado por un público invisible, nunca es un confesionario de iglesia, nunca pude abarcar ese concepto, para mi es un público y entonces debo decir: ven, ahora comprenden, el problema está en la mariposa invisible que siempre a aletea todo en mi oído izquierdo. En escuchar voces.
Quizás debería solo escribir para desahogarme, pero en cuanto comienzo a tomarlo como terapia, ya no puedo seguir escribiendo, me invado de tranquilidad y entonces ya no necesito de público, ya no está ese reflejo de ojos leyéndome, escuchándome y desaparecen las voces y entonces la voz que logro o había logrado poseer, adquirir, la deshecho, no me sirve.
La cosa cambia cuando tengo un tema: un perro, una muerte, un guerrillero desenterrado, un gordo con cuchillazos en la panza, pero cuando es lo mío, cuando se trata de hablar de mis pecados, de intentar escribir desde la médula, la leche se corta.
Quizás por eso, lo más íntimo siempre ha sido la poesía, en ella no debo describir tanto, y lo contundente a veces queda amarrado al misterio. Otras develo demasiado y en el canto que es cualquier poema, el pecado se perdona como si lo dicho solo fuese un mero atributo de una mente que crea y se apasiona.
Ven, ya he caído, ahora hasta tengo un ritmo; podría pasar la noche entera en esta hartera, pero no se sentiría, porque hablaría y ovillaría y tejería y amarraría todo, pero ya. Párale, tengo, cuando ya no tengo voces en mi adentro, que inventarlas muchas veces, para callarme, para forzarme a callar.
Otros lo han vivido, y entonces la ilusión de pensar en ensueños de ser innovador, de romper con la técnica de paso e incrustar algo nuevo, se queda en un mero reproche. Todos lo hemos intentando. Entonces ya no estoy loco y sucede que para qué escribir entonces, para qué las voces, para qué todo este acto de teatro callejero, si todos, como yo, también han sufrido la experiencia.
Obvio, ¿pero y si soy el que tiene el talento para hablar de eso?
No sé por donde comenzar la novela, pero se que también la he comenzado, que todos estos escritos de dos o tres hojitas, son la forma en que voy enredando un esqueleto, pero lo que desean los verdaderos lectores lo tengo enterrado, no le dejo que salga, y muero solo.
Tengo miedo a lo que pueda decir. Los escritores siempre tienen una técnica, un diario, un horario, un whisky un cigarro, yo tengo la soledad y la noche, y los días y cualquier cosa, pero no horas, pero no alcohol o cigarrillos, pero no técnica.
Entonces todo se ríe de mí. Pobre infeliz y se cree que escribe. Pero escribe.
Ya no puedo más por hoy, las voces y la paranoia han desaparecido y este papel que quiso historia, es apenas la terapia. Escribir no sirve solo es mierda que como las ovejas sirve para que pueda estar tranquilo e ir durmiéndome sin tener ningún susurro en la cabeza.
Está loco. Escucho desde el fondo…

No hay comentarios.: