04 marzo 2012

El esclavo



Lo amordazaron.
Le inventaron una infancia de crepúsculos.
Estructuraron redes, ídolos,
Edificios y un centenar de libros calcinados
Para que acompañaran en las noches
La piel fantasma de sus sueños.
Lo bautizaron con el olor ebrio de iglesias
Que cargan en sus plumas las palomas.
Día a día lo alimentaron con el hastío de sus voces;
Las tardes eran baladas de murmullos
Escondidas en la sombra.
Cuando él ya había olvidado sus manos
Le arrancaron los ojos
Le soltaron las ataduras
Y en medio del desierto le gritaron:
¡ERES LIBRE!

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