Esta es mi voz, mi vestigio erigiendo un acento,
La gana de ondular y cargar con un ritmo
E imponérselo al que lee en su conciencia y su estima.
Esta es mi voz, que también es poema,
Una cosa que vibra, que se suspende en el viento,
Que se estremece o se ovilla entre la oreja y el labio.
Mujer u hombre me conocen igual
Y repiten con ritmo la misma armonía,
La misma cadencia con la que me nombro y me olvido.
Este verso salpicado de apariencia y creencias
es el sello para nombrar un estilo:
esa confesión verso a verso que me hunde y me sangra.
Pero a veces gusta, se repite, se acomoda y se queda.
Es mi voz y lo saben los otros haciéndola suya,
La llevan a cuestas, les abre caminos, los derrumba por dentro.
En mi verso algo de mí sobrevive, se aferra, parasita en el viento,
Se hace palabra, forma una entonación y otros poco a poco
Le van poniendo su nombre, la estatura, sus dientes.
Mi poema se hace poeta, se hace voz firme
Promueve silueta y aprende a hacer sombra.
Yo desvaneciendo le escucho, le apruebo y me olvido.
Mi voz es lo que queda, lo que me sostiene
me desaparece y me hurta.
Y no me acongojo o me angustio
ante lo perenne que soy
mi poema es necesario, rotundo.
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