10 septiembre 2011

Ghost Dog: The Way of the Samurai



Jim Jarmusch es un director con propuestas interesantes, en este caso nos trae una película que trabaja un discurso muy postmodernista. A través de la actuación de espectacular de Forest Whitaker logra comunicarnos el intrincado meollo que suele tener el mundo actual tras la globalización centrada en la subjetividad del sujeto que va amalgamando culturas y saberes.

Es una película polifónica que parodia con sarcasmo verdadero la tradición de ciertas tribus y que a la vez pregona por aquellos detalles que hacen que cada cosa en el un universo sea idéntica a otra.

Como una teoría de nodos, la película va enmarañando y relacionando cosas totalmente alejadas entre si y las va involucrando con la ética y la moral.

El título no es complicado ya que denota el sentido que tiene este enmarañamiento en la existencia de un individuo que se sujeta a ser heterónomo de tantos y tantas tendencias.

Hay diálogos sorprendentes, monólogos y situaciones semánticas que reverberan hacia el futuro.

La babel que traza esta película no sólo demuestra la cotidianidad que traería consigo el ordinario mundo de las lenguas sino la tolerancia tierna que este mismo mundo traería, claro está que la película también apuesta por un desenlace donde todo se va por el traste, pero que importa cuando uno ya todo lo ha aceptado, cuando se sabe que a pesar de todo se sigue siendo, el perro fantasma.

La historia se basa en la venganza y la muerte de un samurái muy particular y en grupo de mafiosos jubilados que no les queda de otra sino seguir soñando con su pasado y que están obsesionados con una chica que termina siendo la mano que maneja las marionetas.

Algo de la comedia Dobermann, algo de Kill bill, algo de perros de la reserva tiene la película, pero Jarmusch es Jarmusch y su película trasciende y logra narrar otra historia.

Un duelo de creencias y de esperanzas y un maravilloso tributo a la lectura. A veces tu vida puede caber en una pequeña lonchera.

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