31 diciembre 2010

LITURGIA.





Aquí soy del aire, una cosa hermosa para que la luz brille sobre ella.

Paul Auster.



Todos los días me desangro.

No es precocidad, ni un automatismo

Esto de no faltar a la palabra.

Es un atraco, un gravamen,

La única salida.



De no tener este hilo que encadena llantos

Quizás una pretina anillaría el silencio.



Se me sale todo y aun me falta.

Me queda un ahogo, un desierto pútrido

Que no renueva el vino ni la caricia que desmantelaba la amargura.



Me parieron con sed,

Con la obsesión de un mar impertérrito que se estrella ávido de espuma.

Hubo algo de conjuro que me otorgó este vómito insistente,

Nada en los días me habla de sosiego, al final todo se resume

En ojos desvelados buscando la salida.



No es ganas de escribir lo que brilla con marea en la luciérnaga

Es la lengua ungiendo el cuerpo para el sacrificio de las noches.

Tengo una plegaría que cambia con los sueños

Y hay en mi tristeza unas ganas de estrellarlo todo.



He buscado la calma como un caracol que escucha el mar entre su concha

Y he retado a Dios a mostrarse en la inhóspita sangre que me habita

Pero nada he logrado, sólo muescas de sarcasmo son este dolor

Y esta sed que circula como vida entre mis venas.

Escribo con la verdad que no tengo para huirme,

Con el tedio acostumbrado a mis miserias.



Cada palabra se me sale con unas ganas totémicas de consolar el mundo

Al final es una cosa bárbara la que se pega a la memoria

Y me pone a hablar en la lengua de los que ya no esperan nada.

Mi lenguaje es natural y viene de una tiniebla que sufre todo lo que me hace vivo.



A veces siento que logro una pequeña cometa, un grillo, un viento pasajero,

A veces algunas cosas se encienden como ascuas que podrían servir para quemar los desvaríos,

A veces entre la ceniza un cocuyo se agiganta hasta calcinar el globo de hastío que se escapa.



Hay noches que comulgo con algo parecido al llanto

y un arrebato de arcángeles me viste con el albornoz de las auroras,

llego entonces a los días con un gozo jaranero

que ya no recuerda porque yace tanto humo agonizando entre las manos.



El recuerdo de un hombre que resiste me vuelve a habitar

Y son como granos de fastidio en la cabeza

estas ganas de romper la alcancía donde ahorro mis últimos anhelos.

El sol conoce del borracho que a tumbos va por la orilla

de cada rutina cosida en el pecho del paisaje.



Cuando llega la noche

yo me derrumbo como un hormiguero de palabras arrasado por la lluvia

no miento

siempre la soledad me encuentra clavándome un puñal entre mis labios.

2 comentarios:

Jenny 11 dijo...

Finalmente el hombre no tiene término cuando se aferra a la esperanza, a la busqueda de lo que no ha encontrado. Un maestro de la palabra...

Zeuxis Vargas dijo...

muchas gracias Jenny.