03 noviembre 2010

Palabras liminares



Este verso es la broza que dejó el simún de tu ausencia

en el carapacho de mis rumazones.

Esta zarracina posesa de baladros

espera su justa caída sobre tu albor.

Por entre las alas de esta zeuxidia se entrevé un órfico celaje de girasoles.

Esta actitud onírica de los amarillos desbandados por un mistral picaresco

pueblan el crepúsculo a lo lejos con un arrebol solferino.

Es como si un alienígena pastor de boreales

pusiera en el cielo un lucernario

para sólo entretenerse encandelillando

a las luminiscentes salamandras que flotan en la brisa.

Es conveniente silenciar a la soledad

cuando se ajilan[1] las bestias del recuerdo.

Si intuyes que el anfitrión descuelga sus cerbatanas

del montaraz garabato de la luna y un animal de azur vestido

despierta sobre su cola al dios ocelado, entonces prende un infiernillo

y por entre la estenosis del algar de tus olvidos

busca el alcor más parecido a la desmemoria y entierra allí las cristomatías.

Todas estas crónicas de oneroso penacho

fueron los fueros que una pasión dejó huracanada.

La cobertera máscara de la bestia salaz

aceleró la licuefacción de este exegeta.

Adéntrate, en este marasmo,

pero no conjures o invoques el orden de la ceniza precisa.

El heresiarca interprete ya no cuelga aquí su flemático vestiglo

hace mucho tiempo ya

que su sombra es una contracción de lujuria en el cuerpo de una hembra.


[1] Proviene de un a expresión Llanera que hace referencia a encaminar, a tallar el ganado para contarlo

No hay comentarios.: