11 septiembre 2011

DESOLLANDO EL LLANTO

San Bartolomé desollado de Marco d'Agrate. El Duomo di Milano.






Yo que tengo por costumbre esta manía,

Esta verborrea pegada como cuero roto entre los labios,
Yo que grito y berreo hasta ponerme hinchado el corazón
Y los puños morados de tanto darle a nada y resentido.

Yo que me levanto a veces
con cierta repugnancia arrinconada y susurrando,
Tengo que decir,
que no es veneno lo que pasa
sino un sabor originario
que a veces nos pone a todos
de luto hasta los sueños.
 
Esto de tener que vivir como saliendo a escena,
Como porfiando viento, muecas de fastidio entre los ojos,
Es apenas un motivo para echarle fuego hasta la sombra.

La vaina sencilla de levantarme con fastidio,
de saber que vuelvo al ruedo aniquilando quejas
tiene cierta insistencia de aguja
punzado la carne o cualquier cosa que posibilite un grito.

Es que crecer de pronto con el olor de la sangre a ras de aliento
Es como ponerse a recordar lo echado a perder entre los sueños.

Que lo serio es esto; ponerse a vivir como si fuera cierto
Llevar del pescuezo y a rastras, la sonrisa de hipócrita al trabajo,
Ponerse  a hacer familia, abultar con cansancio las rutinas,
Llegar como despierto hasta un domingo,
Ponerse a mirar los días como si fueran diplomas colgados en el pecho
Y llorar hasta reventar la sombra como pompa de jabón entre los dedos.

Es que gritar así no lleva a cuento sino a meras certezas de cuchillo
Es esa rasquiña, esa esquirla poniendo rojo el desespero.

Yo tengo esta manía, este desagrado hacia el reloj de las esquinas,
Esta gana de bajarme del mundo para siempre,          
de ponerle tarjeta de vencido a la mueca de amor que me vendieron.

Es que cargar de pronto
con tanto lío de silencios perpetrando ciertas decepciones,
Con el capricho de saludar amigos y encontrar sorpresas como si fueran rostros,
Le vuelve arisca el alma a uno, le carga con fastidio las cobijas.

Yo tengo desgarrado algo que se me sale a veces a maldecir los días
La sensación de no hallarme,
la negación del tiempo haciendo estragos en mis huesos.

Es que uno a veces se levanta muerto
Rajado a la mitad apenas floreciendo monotonías y bostezando hastíos.

Es que uno a veces se echa a podrirse encima de contritos desalientos,
Se nos eriza el compungido o una gana de rompernos las entrañas
Nos pone a mirar cualquier soledad con odio hasta estallar lamentos.

Es que a veces, yo, como cualquiera,
Enervado con ciertas cosas que le sacan filo a la tristeza
Me pongo en el oficio de desollar el llanto.

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