04 marzo 2012

Nota al pie de un reguero de hormigas



Al abrir el exegeta sus cristomatías encontró un nicho de ineluctables gañidos.
El Intríngulis aparecido le hizo arrancarse sus escasas barbas
para hacerse a un pincel de incendiados codicilos.

El inciso fue a parar al alféizar del libro como nota adiestrada en el oficio.

Para periclitar las salutaciones nacidas en el ebúrneo papel,
conjuró un bajío de estalagmitas azucaradas justas para el empalamiento.

La nota arreciaba sobre la casuística de la pagana prosapia.

Como un fígaro que acicalaría al abominable hombre de las nieves,
reprodujo adefesios salmondiantes que Eva,
la andrógina, había tatuado en sus escápulas.

Un muñón, de hormigas, figuraba un asterisco abjurante.
Del hormiguero mismo de tu pubis una guarnición de rizos
parecían concomitar con la nota del delirado,
que exangüe,
parecía orientar su berma de sangre hasta la estenosis atávica
de ese manglar de ninfas
que lo llevaron atlante hasta el mismo climaterio.

Al cerrar el texto un reguero de diligentes himenópteros
saciaba su sed con una bermeja sacarina aún tibia entre los rodrigones.

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