27 noviembre 2010

ENCUENTRO



El viejo recorrió la plaza.

Caminó por todo el malecón.

Saludó.

Esperó el atardecer.

A punto de volver, ya resignado,

en los ojos de otra anciana,

que lo llamó por su nombre,

reconoció la infancia.

El mar, de pronto, se arremolinó.

Volvió a sentir, con algo de nostalgia,

el lomo de gato de la espuma entre sus piernas

y perdido en la retrospectiva de sus recuerdos

jugó una vez más, quizá la última, con las olas.

Argos se llamaba.

Ulises el Océano.

La anciana desapareció en la tela.

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