26 septiembre 2010

EL PATÍBULO DE MACTHAUSEN.




Y nos llevaban al patíbulo,
al frío estrado de los condenados
como si fuésemos personas importantes, famosas.


Adelante, los violines,
la orquesta entera
nos llevaba hacia la muerte
con un tristísimo semblante
rellenando los últimos segundos.


Era ruido
no era más que ruido
ese torrente enflaquecido:
tortura para moribundos.


En silencio
tambaleantes,
aún ansiando el bocado de comida
oculto en los zapatos,
con grises trapos
que nos uniformaban el espanto
éramos conducidos al patíbulo.


Al frente,
la cabizbaja orquesta
tocaba su oculta lágrima,
su música de abandono.


Todo era un circo
que tomábamos muy en serio
y hasta en lo sublime de la marcha
sentíamos el inminente horror.


Nos arrastraban
con música
hacia el último silencio.

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