04 febrero 2011

Desconsuelo



Noches donde la poesía no pudo,

Donde las manos y la mente fueron como un estomago vacío.


Hablé con desamparo de cosas a las que nunca renuncié

Pero los otros sólo interpretaron soledad.


Fui un hijo malo y llegó un día donde no pude volver a llorar.


En habitaciones claras de hotel sentí la orfandad

Y un silencio que no pudo crear poemas

Me desgarró el propósito de mis huidas.


Tejedor de nieblas

Cada distancia la medí con el peso de mis resentimientos.


Cada paisaje quedó en mi memoria

Gracias a un remordimiento.


Nunca percibí belleza más profunda

Que la de mi melancolía entre paisajes desconocidos.


Hubo tardes donde me recuerdo meditabundo

En un bosque de guayabos,

Ante un gran lago de leyendas y unos búfalos atentos.


Tardes donde me encontraba presenciando mi aislamiento

y una selva infinitamente húmeda

Insistía en saberme prófugo de pecados inocentes.


Lanzador de mensajes de humo

Me gasté noches enteras viajando hacia lo más oscuro del cansancio.


Noches donde solo las estrellas y los juncos

Recibieron mi botella de naufrago;

Noches hastiadas de dedos engrasados a punto de gritar.


Como un caracol llevé mi casa a cuestas

Y en cada lugar un huraño presentimiento

me instaba a marchar con el ademán de quien se sabe lejano.


Algo busqué en la libertad

Hasta que mis manos escribieron ascetismo.

Algo machaqué en el suelo

hasta quedar dormido.

Algo sentí lamentarse en mi rostro sucio y

en las cenizas, que sobrevivían a las fogatas inútiles

Que encendía al lado de los caminos y los escondites,

encontré el olvido.


Una orfandad atizaba a veces en los leños

Y apesadumbrado me echaba a descansar sobre mis ruinas.


Los días llegaron con ríos, con abismos, con fuertes vientos

Y a veces con arco-iris o lluvias avanzando

Pero jamás con la alegría.


Conocí el mar, la nieve, la arcilla,

El piso de tierra de una casa indígena,

El olor del asfalto en las mañanas,

El rocío tiritando entre mis párpados

Y la misma niebla buscando refugio entre mis manos.

Conocí amaneceres plagados de vergüenza,

Con sabor a vagabundo

Y olor a tristeza y sueño perturbado.


Todos mis sentidos prestos al acecho de un abrazo que no llegaba

Y mi boca enruidando adentro silencios que mis manos contenían a la fuerza,

Como si no hubiera más remedio que callar la carga de una derrota

Enredada en los nudos de una hamaca sonámbula,

Fueron endureciendo los enrojecidos ojos que no sabían gruñir.


A veces algo de mí me abandonaba y se metía en los recuerdos.


Supe del pesado color de una escopeta lanzando su trueno entre la noche

Y sobre todo del dolor de la ausencia que se tatuaba en mis ojeras.


Algo cancelé en esos desvaríos

Algo de loco y caminante vieron otros.

Un retraimiento, una jaula que se saca a pasear,

Eso llevaba en mis ojos.

Un rostro de perdido buscando su nombre en los asombros.


Sentí murciélagos aleteando a la orilla de mi agotamiento

Y la insistencia de mis corazonadas

Celándome la angustia.


Noches donde todo era poéticamente favorable:

La soledad, el silencio, mi libertad

Y el desespero.


Noches de desvelos,

Justas para el sufrimiento,

Donde cada verso era como un bocado de comida

Que un dios oculto en los rincones

Me lanzaba compasivo.


Algunos escribieron para entender

Otros para no olvidar el quebranto.

Yo pude hablar de un silencio goteando gritos en la soledad:

Escribí para mantenerme vivo y soportarme.


Mi búsqueda tiene un nombre agrietado

Deteriorado por un talento que no encontró la puerta.


Noches donde la poesía

No pudo.

Noches de negritos durmiendo

A orillas de un sueño.

Bilis revuelta con harijas de días echados a perder.


Pensamientos insistiendo hasta el fastidio

Como el ladrido de un perro a la madrugada

O el chirriar de una cigarra en la canícula.


Noches

donde la poesía no pudo.

1 comentario:

T A T I K dijo...

"A veces algo de mí me abandonaba y se metía en los recuerdos"

Es la mejor frase del poema...